La Misión

Desde el momento en que María Rivier soñó con su «escuela y su convento», fue consciente de que quería vivir esta misión en comunidad con compañeras. Su visión de la misión no era estar sola, sino con las demás. A menudo decía a sus futuras compañeras: «Juntémonos, y enseñaremos a los niños pequeños». Sus compañeras descubrieron su vocación a través de estas palabras de la joven fundadora. (Mourret, p. 101)

Mientras que las escuelas católicas eran cerradas durante la Revolución Francesa, esta pequeña mujer de Dios fundó escuelas y educó en la fe a los niños de su región de Francia. Mientras se comprometía en las escuelas con los niños, también hacía el catecismo en la parroquia y se ocupaba de los pobres, de los huérfanos y de los enfermos. ¡También daba clases de religión a las madres de su tiempo! María Rivier daba ya a las mujeres y a las madres las orientaciones para encontrar su legítimo lugar en la sociedad y en la Iglesia. Había entendido que la evangelización desempeña un papel esencial en el desarrollo de la humanidad.

Los primeros apostolados de María Rivier y de sus compañeras se han desarrollado y extendido, y hoy se encuentran en diferentes partes de la Congregación, hoy en día presente en 19 países. Su misión de dar a conocer y hacer amar a Jesucristo ha adquirido muchos rostros en los 225 años de existencia.  Mientras exista un rincón de tierra donde Jesucristo no sea conocido y amado, las hijas de la Mujer Apóstol no podrán descansar.

Su fuego apostólico se extendió, mucho más allá de su imaginación, en la Francia del siglo XVIII. A su muerte en 1838, esta pequeña mujer de Dios discapacitada, María Rivier, había fundado 141 escuelas en la región montañosa del Ardèche. Su ejemplar compromiso misionero al servicio del Evangelio se ganó el corazón del Papa Pío IX, que en 1853 la proclamaba Mujer Apóstol.

Hoy, la misión de la Mujer Apóstol encuentra su pleno desarrollo en la creatividad y el ingenio de sus hijas. Con fidelidad creativa, las Hermanas de la Presentación de María siguen dando a conocer y haciendo amar a Jesucristo, adaptándose constantemente a las necesidades actuales, permaneciendo fieles a su herencia católica de la fe cristiana.